La humildad de los grandes es una
frase que siempre he oído. ¿Pero, como sería esa humildad? ¿Qué forma tendría?
Muchas veces formulé esa pregunta en el abismo de mi silencioso pensamiento. El
lunes 27 de octubre, decidí saber de que se trataba, y partí resuelto a
encontrarme con tal acontecimiento. A las 18 hs. llegué al edificio de la
legislatura porteña de la ciudad autónoma de Buenos Aires. Me dirigí
directamente a esa puerta colosal de madera maciza ubicada en Perú 160. Subí
por la escalera marmolada y gastada por cientos de miles de suelas de zapatos
de todos los tiempos. Una vez en el primer piso me deslumbró, la cúspide
dorada, manto sigiloso que seguramente guarda secretos en sus dejos dorados. Ya
en el salón San Martín pasado quince minutos de la hora señalada y en medio de
la ansiedad volátil de las almas presentes, la coordinadora del evento anuncio
con una implacable sonrisa y dichoso entusiasmo el ingreso al recinto del Sr.
Manuel Corral Vide.
El ambiente se lleno de deleite y
los aplausos ávidos de alegría producían cosquillas placenteras en los oídos de
los presentes. En ese mismo instante se anunciaba la tan esperada entrega de la
mención: “Personalidad destacada en el ámbito de la cultura de la ciudad autónoma
de Buenos Aires”
El salón antiguo que resguarda
celosamente revestimientos de madera oscura, detalles de mármol frío,
esculturas históricas de bronce opacas por el tiempo, las cuales apenas relucían
bajo el manto de aquellas arañas antiguas de cristales velados, lentamente se
fueron rindiendo al silencio y este, se hizo espacio respetuoso para abrir
camino a ese film perfectamente diseñado por Carlos Allo, que mostró el nacer y
el recorrido a lo largo de los años del maestro de la cocina gallega; dejando
al descubierto la esencia de Manuel…
Aquella tarde conocí la verdadera
sencillez de ese grande de la cocina, de la cultura, de la vida. Fue tal
emotivo el film, que por momentos se perdía la noción de espacio y tiempo. Fue
intenso descubrir la historia de este gran hombre, que logro en mí por primera
vez, sentirme insignificante. Fue tan conmovedora la exhibición de su historia
que hasta el corazón mas duro se hacia agua. Una leve vergüenza se apodero de
mi rostro, cuando quité la emoción de mis ojos al nacer nuevamente la luz en el
recinto.
Tomo la palabra el Sr. Juan
Francisco Ibáñez, más conocido por todos nosotros como: Pancho Ibáñez. Su
anécdota de “Morriña” el restaurante propiedad de Manuel desde hace décadas,
quien dirige cual orquesta minuciosa de sus notas, resaltó la tarde sumando su
relato.
Ya cómodos en el estrado de la gloria, las palabras del legislador Sr.
Daniel Presti y la Sra. María Amelia Alonso, lucieron la trayectoria de Manuel.
Ellos fueron quienes abrieron el sendero al momento más esperado e íntimo y así
llegó la hora de escuchar la voz solemne del señor de la cocina gallega, Manuel
Corral Vide, que gracias a la vida, ya hemos adoptado como propio hace muchos
años. De esta manera Manuel nos encantó con sus palabras, con su presencia, con
su carisma, con su personalidad seductora y con esa “Humildad” que solo reluce
en los grandes.
El atardecer gris plomo y la rebeldía
del viento caluroso que prometía intensa lluvia en nuestro camino, lleno de satisfacción
el recinto y Manuel Corral Vide fue guionista, director y protagonista de una
obra maestra, en una tarde para no olvidar jamás.
¡Felicidades Manuel! Por esta
merecida distinción, que la gloria te acompañe siempre y… Salud, mi amigo…
Saludos del alma, Adolfo Loyola.