El placer de lo simple...

El placer de lo simple...

viernes, 16 de noviembre de 2012

OTOÑO CON DEJO DE NOSTALGIA



Es tarde y el sonido se ha desvanecido en la sala. Inadvertido me sorprende la belleza de la luna a través del cristal del ventanal con sus hojas levemente desplazadas y el cortinado flameando mientras danza al compás de la brisa que sorprende. Desgranado por las experiencias del día y emocionado por los senderos a surcar en los siguientes amaneceres, deposito lentamente todo el templo que acompaña mi alma en su extensión sobre el mimbre crujiente que desprende melodías en el silencio del ensueño, mientras me envuelve el as de luz de la lámpara demacrada y antigua en pie de espera.

Inspiro, exhalo lentamente, muy lentamente acariciando el tiempo suspendido. Fugaces recuerdos, tibias sonrisas, vagas imágenes, mansas sensaciones y emociones celosas. La tomo de la mano dulcemente, la observo con timidez, la contemplo y la admiro en toda su extensión. El placer inquietante apremia y decido darle aire. Caprichoso y ávido quito sin su consentimiento lo mejor de ella y la vuelco lentamente sobre el cristal, bajo la mirada gozosa de mi amor ilimitado. La elevo con el ansia ardiente de llevarla a mis labios, para descubrir sus sabores mejor guardados, llenarme de sus deleites y satisfacer el instinto carnal del deseo. Llega el momento de extasiarme, siento la tenue sensación de su aguardo casi angelical. Maniático siento penetrar la solicitud absorbente, cual me obliga a donarme a su inmensidad y a desnudar su alma.
Al compás del tiempo, la humedad baña mis labios y la expansión de su sabor me recuerdan el néctar de exquisitos frutos maduros combinados con restos de miel. Las horas forzosamente recrean el silencio, rendido a nuestros encantos, en lo profundo de la madrugada colosalmente cálida y vacía de inquietudes en la atmósfera del abismo sensual.

La cadencia de mis latidos restablece mi paz interior y casi sin desearlo el tiempo llega a su final, las campanadas atrevidas rompen el silencio amoroso y me despiden hasta el próximo encuentro, ambos fundiéndonos en nuestros secretos compartidos en este otoño con dejos de nostalgia, nostalgia de decir adiós.

                                                                       Adolfo Loyola.

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